Según un antiguo mito griego, Sísifo reveló a los mortales los secretos de los dioses. Por este motivo los dioses le condenaron a empujar una gran piedra colina arriba; a medida que alcanzaba la cima, el esfuerzo le resultaba excesivo, y la piedra rodaba colina abajo. Sísifo tenía entonces que recomenzar su tarea... y cada vez sucedía lo mismo, por lo que Sísifo debía empujar su piedra por toda la eternidad. El mito de Sísifo es una sombría metáfora del sinsentido de la existencia humana. Cada día trabajamos para alimentamos a nosotros y a nuestra familia, y apenas la tarea está cumplida, debemos comenzar de nuevo. Nos reproducimos, y nuestros hijos deben asumir la misma labor. Jamás se logra nada, y jamás se terminará, hasta que nuestra especie se extinga.
El escritor existencialista
francés Albert Camus escribió un ensayo sobre el mito de Sísifo. Comienza con la famosa frase: “No
existe más que un problema filosófico
verdaderamente serio, y es el del suicidio”. Camus prosigue: “Juzgar si la vida merece o no la pena vivirla equivale a
responder a la pregunta fundamental de
la filosofía”. Quizá sea así, en el sentido de que si juzgamos que la vida no merece la pena de ser vivida –y actuamos en
consecuencia–, no estaremos en situación
de plantear más preguntas filosóficas. Pero deberíamos añadir (y Camus hubiera estado de acuerdo) que no es tanto
cuestión de juzgar pasivamente si merece la pena o no vivir la vida, sino de elegir
conscientemente un modo de vida que
merezca la pena de ser vivido.
Incluso Sísifo, sostiene Camus,
puede hacer esto. Así que el ensayo que se iniciaba confrontándonos con la perspectiva del
suicidio, termina con una nota positiva:
No hay destino
que no pueda superarse mediante el desdén [...] La propia lucha hacia las alturas basta para colmar el corazón
de un hombre. Uno debe imaginarse que Sísifo
es feliz.
En el capítulo final de su libro Good
ana Evil, Richard Taylor, un filósofo norteamericano,
también utiliza el mito de Sísifo para explorar la naturaleza del sentido de la vida. Taylor plantea una
ingeniosa pregunta: ¿cómo habría que alterar el destino de Sísifo para dar sentido
a su vida? Taylor considera dos posibilidades.
La primera, que en lugar de intentar interminablemente llevar la misma piedra a la cima de la colina, sin que
nada refleje sus esfuerzos, Sísifo podría empujar diferentes piedras hasta la
cima de la colina, y allí construir un noble
templo. La segunda, que aunque Sísifo siga empujando sólo la misma piedra, y siempre en vano, los dioses, movidos
por una perversa misericordia, le provoquen
un intenso deseo de llevar a cabo lo que le han condenado a hacer: ¡empujar
piedras!
Las dos posibilidades de Taylor
para dar sentido a la vida de Sísifo derivan de dos posturas muy distintas sobre el fundamento de
la ética. En la primera podemos llevar una
vida con sentido trabajando en pro de metas que, objetivamente, merezcan la pena; por ejemplo, construir un templo
que perdure y añada belleza al mundo.
Esta postura sobre la ética presupone que existen valores objetivos, en virtud
de los cuales podemos juzgar como buena (entre otras cosas) la creación de grandes obras de arte como los templos de
la antigua Grecia. La segunda posibilidad encuentra sentido, no en nada
objetivo, sino en algo interno: nuestra motivación. Aquí son nuestros deseos
los que determinan si lo que hacemos merece la pena. Según esta postura, cualquier
cosa puede constituir una actividad con sentido
si queremos llevarla a cabo. Desde este punto de vista, empujar una roca colina arriba, sólo para ver cómo cae
rodando cuando nos aproximamos a la cima,
y recomenzar la tarea eternamente, no es ni más ni menos significativo que edificar un templo, porque la presuposición en
este caso es que no existe el valor objetivo
o el significado, independientemente de lo que deseemos. El significado es subjetivo: una actividad tendrá sentido
para mí si se corresponde con mis deseos;
de lo contrario, no lo tendrá.
Taylor se inclina por el enfoque subjetivista.
Piensa que lo único que puede dar sentido
a la vida es nuestro propio deseo interior nuestra propia voluntad. Al adoptar esta postura, Taylor coincide con el
espíritu dominante del siglo XX, tal como
lo expresaron los existencialistas, los positivistas lógicos y muchos filósofos
contemporáneos que no aceptarían ninguna
de estas etiquetas, pero que estarían de
acuerdo en que, puesto que el universo en su conjunto carece de sentido, somos libres de darle nuestro propio sentido,
no al universo en su conjunto sino a nuestras
vidas. Sin embargo, esta misma libertad puede llevar a una encrucijada sobre el valor que se esconde tras la insatisfacción
vital que sentimos incluso en las
circunstancias más prósperas. Vale la pena explorar con más detalle los problemas cotidianos de este enfoque sobre el
valor.
SINGER, Peter. Ética para vivir mejor. Barcelona:
Ariel
Nuestra vida es un castigo al que irónicamente nos aferramos. Bien decía Alexandre Dumas: "Si Dios fuera repentinamente condenado a vivir la vida que le ha infligido a los hombres, se mataría."
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